Acostumbraban a llamarlas Zipi y Zape, pues una tenía el pelo rubio y la otra moreno y ambas se complementaban como si de hermanas se tratara. Tenían la cara bonita, eran felices, ilusas y entusiastas. Compartían gustos, aficiones y pensamientos, lo que hacía que cada momento que vivían juntas fuera especial. Eran inseparables, se entendían a la perfección sin necesidad de palabras y se querían, decían que nunca se separarían…
Cuando crecieron, la chica rubia empezó a cambiar su forma de ver la vida, sus aficiones e incluso sus amistades, pues a pesar de que en la infancia había estado oculto en ella, siempre le habían gustado las cosas y las personas que tenían algo que las hacía distintas. En definitiva, abrió su mente a lo diferente y se convirtió en una persona independiente, reservada y con una mirada fría. La chica morena al principio lo aceptaba, perdonaba que de vez en cuando la dejara tirada e incluso que en algún momento en el que la necesitaba no estuviera. Pero llegó el momento en el que se cansó y dejó de permitir ese comportamiento que no le gustaba, así que tuvieron una pequeña discusión y ambas se despidieron con un simple adiós.
Ahora ellas siguen juntas físicamente, pues van a la misma clase, pero ya no existe esa conexión tan plena que antes tenían. Cruzan miradas, puede que miradas de anhelo que expresan lo mucho que se echan de menos y, por lo menos, la chica rubia espera que llegue el día en el que todo vuelva a ser como en aquella feliz infancia que vivieron juntas.
Cuando crecieron, la chica rubia empezó a cambiar su forma de ver la vida, sus aficiones e incluso sus amistades, pues a pesar de que en la infancia había estado oculto en ella, siempre le habían gustado las cosas y las personas que tenían algo que las hacía distintas. En definitiva, abrió su mente a lo diferente y se convirtió en una persona independiente, reservada y con una mirada fría. La chica morena al principio lo aceptaba, perdonaba que de vez en cuando la dejara tirada e incluso que en algún momento en el que la necesitaba no estuviera. Pero llegó el momento en el que se cansó y dejó de permitir ese comportamiento que no le gustaba, así que tuvieron una pequeña discusión y ambas se despidieron con un simple adiós.
Ahora ellas siguen juntas físicamente, pues van a la misma clase, pero ya no existe esa conexión tan plena que antes tenían. Cruzan miradas, puede que miradas de anhelo que expresan lo mucho que se echan de menos y, por lo menos, la chica rubia espera que llegue el día en el que todo vuelva a ser como en aquella feliz infancia que vivieron juntas.
Besos,
Andrea.